La crisis generada por la pandemia Covid-19 está ya configurando un antes y un después con consecuencias de toda índole, cuyos efectos iremos identificando a lo largo del tiempo en muy diversos ámbitos: sanitario, tecnológico, económico, geopolítico, social…
Me detendré en contemplar dos valores fundamentales que han cobrado un protagonismo relevante y que no deberían pasar desapercibidos por su impacto en nuestro futuro: el conocimiento interdisciplinar y el pensamiento crítico.
Casi sin apenas darnos cuenta en estos meses, disciplinas tan antiguas como las matemáticas se convertían en herramientas de primera necesidad para colaborar con las investigaciones biomoleculares o epidemiológicas. Y cómo el tratamiento de datos –el big data– pasa, a partir de todo ello, a ser considerado un elemento fundamental, capaz de abrir caminos y orientar procedimientos.
Hemos visto también cómo otras áreas de conocimiento bien lejanas a la biología molecular, a la clínica y a la salud pública, como son la electrónica, la Inteligencia Artificial, la tecnología, la confección y la manufactura, han ocupado lugares preminentes a la hora de abordar esta pandemia, y cómo el país que contaba con ese conocimiento y con las industrias relacionadas, ocupaba una posición de ventaja. Se ha hecho evidente con claridad meridiana que la falta de capacidades estratégicas y la carencia de conocimiento en esas áreas han derivado en fatales consecuencias.
Estudiar los fenómenos desde múltiples disciplinas y comprender así los mecanismos de funcionamiento es imprescindible.
En el “post Covid-19 ” habremos de analizar y valorar cuidadosamente todo ello, pero hoy ya se puede afirmar que no sólo hace falta una investigación científica y técnica enfocada a objetivos concretos, sino que es necesario que esa generación del conocimiento sea interdisciplinar. Sólo una aproximación que combine el conocimiento con el desarrollo de capacidades, técnicas, tecnologías, y abordajes de otras disciplinas, será garantía de éxito para estar preparados ante problemas de estas características que, a buen seguro, tendremos que lidiar en el futuro. Estudiar los fenómenos desde múltiples disciplinas y comprender así los mecanismos de funcionamiento se hace imprescindible.
Esta atención a la generación del conocimiento y a la investigación técnica requiere una incorporación de personal cuidadosa y rigurosamente formado en distintas disciplinas, que no dejen de contemplar nunca, además de la profundidad de los conocimientos, la dimensión social y humana de los mismos. Sin cumplir estas premisas, difícilmente se pueden tender los puentes que aseguren la dimensión interdisciplinar que hoy en día, más que nunca, debe tener la ciencia y la tecnología.
De la misma forma, en estos momentos tan complejos que estamos viviendo, fomentar la comunicación, la escucha, el intercambio de posiciones y, por qué no, de esos conocimientos fundamentales sobre uno o varios temas de impacto, me lleva a valorar aún más la consideración de que la educación sólo alcanza su poder de transformación cuando cultiva personas excelentes, capaces de pensar de forma crítica y de desplegar su autonomía moral.
Para modular los riesgos de la sobrecarga informativa o de las noticias falsas es esencial adquirir una excelente base de conocimiento.
En el mundo global y de la comunicación digital que nos envuelve hay poco espacio para el pensamiento crítico y, casi siempre, demasiado para el análisis efectista. Por ello, y para modular los riesgos derivados de la sobrecarga informativa, las noticias falsas o las dificultades para identificar correctamente la información relevante, es imprescindible adquirir una excelente base de conocimiento. Educar en el pensamiento crítico supone inculcar en los ciudadanos desde su juventud la capacidad de tomar decisiones, basadas en análisis y evaluando la información recibida, sin aceptar como verdadero lo que se asume socialmente en cada momento. Y, sobre todo, hacerlo desde unos valores claros que fortalezcan el compromiso con la sociedad.
Como ciudadanos cada vez más globales, desarrollar un pensamiento crítico implica reflexión, creatividad, análisis, verificación de datos, también compromiso y debate para proponer soluciones innovadoras a los problemas de la vida real, siempre desde la capacidad de pensar que proporcionan las diferentes disciplinas del conocimiento.
Trabajar en modelos basados en la participación activa, con la ayuda inestimable de la tecnología, fomentando el pensamiento crítico, la socialización y el espíritu emprendedor, es el camino.
Las tecnologías nos ofrecen muchas oportunidades y tenemos que aprovecharlas. Sin olvidar que pasamos, sin solución de continuidad y de forma inconsciente, de agentes pasivos en su utilización a productores de información a través de múltiples canales. De ahí la importancia de adquirir las habilidades que nos van a convertir en ciudadanos competentes, libres y responsables capaces de afrontar los retos del futuro.
Trabajar en modelos basados en la participación activa, con la ayuda inestimable de la tecnología, fomentando el pensamiento crítico, la socialización y el espíritu emprendedor, es el camino.
Cristina Gacía Santamaría
XTRATEGAS