Aprovechando la reciente publicación del libro “Inteligencia Artificial y futuro próximo”, entre cuyos autores se encuentran asociados nuestros, voy a hacer unos breves comentarios sobre el libro y sobre la Inteligencia Artificial en general.
Desde hace unos años estamos viendo la aparición de innumerables blogs, artículos y libros hablando de las bondades y peligros que nos va a deparar la “Inteligencia Artificial”.
Sin embargo es paradójico que pocos, por no decir ninguno, son capaces de definirnos o concretarnos qué es exactamente eso de la Inteligencia Artificial (IA). Cuando cayó en mis manos el libro “Inteligencia Artificial y futuro próximo” me llamó gratamente la atención la mezcolanza intelectual de sus autores, a saber: un informático, un ingeniero y ¡un filósofo! Eso fue motivo suficiente para emprender su lectura.
Si hay algo que queda claro una vez leído es que, como sospechaba, no existe una definición clara, concisa y consensuada respecto a lo que es la Inteligencia Artificial como tal. De hecho, y con buen criterio, el libro recuerda la falta de consenso sobre lo que es la Inteligencia a secas ¡Si ni siquiera nos ponemos de acuerdo en explicar qué es la Inteligencia cómo vamos a hablar de la Inteligencia Artificial!
Algo en lo que parecen coincidir la mayor parte de expertos en esta materia es la necesidad de que “una IA para ser considerada como tal y no como una simple capacidad de cálculo, debe tener tanta similitud con las capacidades humanas como sea posible”. Las primeras capacidades humanas sobre las que se elucubra sobre su posible implementación en una máquina son: pensar, sentir, tener conciencia y emocionarse. Después vendrían más pero éstas son las básicas para poder considerarla como una máquina casi humana. Sin embargo, al igual que ocurre con la definición de IA, no existe un consenso claro en la definición de estas capacidades humanas. Así pues establecer una definición universal de lo que es la Inteligencia Artificial se hace paradójicamente hoy por hoy una tarea tan compleja como su propio desarrollo.
Afortunadamente, no todas las capacidades humanas están difusamente definidas o mejor dicho objetivamente indefinidas. La intuición y la creatividad por ejemplo no solo tienen una definición ampliamente consensuada sino que además podrían reducirse a una determinada capacidad de cálculo unida a unos resultados concretos. Es decir, se podría hablar inequívocamente de “Intuición Artificial” o de “Creatividad Artificial” con mucha más precisión de lo que se hace hoy con la “Inteligencia Artificial”.
Respecto a la evolución histórica de la IA, me ha parecido tan entretenidos como interesantes los intentos realizados por el ser humano para vencer a campeones consolidados en juegos tradicionales, como el ajedrez y el go entre otros, utilizando máquinas. Si bien los resultados positivos no tardaban en llegar, no dejan de ser resultados logrados simplemente por una descomunal diferencia entre la capacidad de cálculo entre una máquina y una persona. Ya que estos juegos se pueden reducir a un elevadísimo número de combinaciones posibles donde hay que elegir la más apropiada. Para esa elección el ser humano, incapaz de visualizar todas esas combinaciones, utiliza las capacidades humanas mencionadas anteriormente. Sin embargo las máquinas sencillamente hacen uso de su enorme capacidad de cálculo para seleccionar sus movimientos ¿Acaso eso es Inteligencia…? En este sentido los autores concluyen que “las máquinas están lejos de pensar”.
Realmente interesante nos ha parecido la reflexión que hacen sobre inteligencia y consciencia. Entendiendo la inteligencia en este caso como la capacidad de resolver un determinado problema de la manera más eficiente, nos damos cuenta que hay muchas actividades diarias donde no hace falta la consciencia sino solo la inteligencia. Por ejemplo, pintar un coche optimizando al máximo la pintura utilizada es una tarea que perfectamente puede realizar una máquina. Igualmente determinar la ruta más corta para llegar a un destino es una tarea que puede realizar a la perfección una máquina. En ambos casos la consciencia de la máquina brilla por su ausencia, sin embargo su efectividad es máxima. Por contra, frente a la incomparable diferencia de eficiencia entre hombre y máquina en numerosas tareas puntuales, se encuentra la inalcanzable diferencia de versatilidad entre ambos. Una persona es capaz tanto de pintar un coche como de trazar una ruta, sin embargo eso es inimaginable hoy en día que lo pueda hacer una máquina.
En esta línea, es muy interesante el concepto de “Inteligencia Artificial General (IAG)” al que se refieren en varias ocasiones para describir a una máquina de propósito general capaz de aprender y mejorar en cualquier aspecto cotidiano o especializado de la vida. De acuerdo con los autores, y también con quien le habla, estamos aún muy lejos de la IAG.
Una de las reflexiones del libro que no podemos dejar pasar por alto en Xtrategas no solo por su acierto, a mi juicio, sino por lo relacionada que está con nuestros objetivos es que “las empresas que incorporen sistemas cognitivos basados en lenguaje humano tendrán una ventaja competitiva sobre las del resto”.
En el libro dedican un capítulo entero a la conexión entre IA y Ciencia Ficción. A juzgar por lo aportado no es para menos. Parece que la imaginación del hombre, siempre va siglos por delante de la realidad. No menos sorprendente me ha resultado la enorme documentación de los autores al respecto. Por momentos pensé que más que un libro sobre IA estaba leyendo críticas de cine. Tras la lectura del capítulo, a mi juicio, lo más clarificador y digno de tener en cuenta es el comentario final de Santiago: “Lo único claro en la ciencia ficción es que las máquinas han sido, en la mayoría de los casos, unos terribles y maravillosos villanos”. Así que ¡cuidadín con el futuro de las máquinas que la ciencia ficción siempre se adelanta a la realidad!
Algunos simplistas de la IA la reducen a decir que “Si hago lo mismo que alguien que piensa entonces pienso”. De ser esto cierto, por el mismo razonamiento podríamos por ejemplo decir que “Si los seres vivos nos movemos y un papel en el suelo se mueve entonces el papel tiene vida”.
Un tema que dará muchos quebraderos de cabeza a legisladores y juristas será la transparencia de los algoritmos utilizados para decisiones que afecten directamente a la vida de las personas en cualquiera de sus ámbitos. Se pone como ejemplo algoritmos para selección de personal que acababan descartando personas por su raza, género o condición social atendiendo a criterios estadísticos. Según los autores, cualquier algoritmo es determinista, es decir, si conocemos su estado y los datos de entrada entonces conocemos su comportamiento en su totalidad.
En ese caso no sería tan complicado poder legislar y vigilar el comportamiento de los algoritmos. El problema es que los algoritmos han dejado de ser deterministas estrictamente hablando y aun conociendo su estado y sus entradas, la salida puede ser totalmente impredecible. Es aquí donde están los conflictos éticos, morales, etc…
Otra frase para guardar es que “La Inteligencia Artificial de los medios es en esencia estadística con esteroides” es decir, que de cualidades humanas nada de nada, sólo datos y capacidad de cálculo a mansalva, como ingredientes, y matemáticas como cocinero. Claro que queda mejor hablar de Big Data, Machine Learning y Artificial Intelligence.
Para los catastrofistas les dejo que reflexionen sobre la viabilidad de “la singularidad”, es decir, una máquina que se mejora perpetua y exponencialmente hasta llegar al colapso de la humanidad. Aunque para consuelo de los temerosos de la singularidad tenemos la reflexión de Margaret Boden que nos recuerdan al final: “Los robots no nos van superar porque no tienen deseos ni objetivos”.
A esta reflexión, y para terminar, yo añadiría que además de no tener deseos ni objetivos tampoco tienen ambición, ni envidia, ni avaricia, ni orgullo. Cualidades humanas que, a pesar de las connotaciones y consecuencias negativas que tienen y han tenido a lo largo de la historia, vistas desde un punto completamente práctico, no dejan de ser el motor para la mejora, el desarrollo, la innovación, la optimización, etc… Así pues, si queremos implementar una Inteligencia Artificial de verdad no solo tendremos que conseguir que una máquina piense, sienta, tenga conciencia y se emocione sino que también tendrá que tener ambición, envidia, avaricia y orgullo. Y eso sí que tiene peligro.
Juan Romeo Granados